Historia

La historia de Irán:

La historia de Irán puede hacer referencia a la historia del moderno país con este nombre, pero también se utiliza, en un sentido más amplio, para referirse a la historia del llamado Gran persia un extenso territorio que abarca la zona que va desde el Éufrates al oeste hasta el río Indo y el Jaxartes en el este y desde el Cáucaso, mar Caspio y mar de Aral en el norte al golfo Pérsico y el golfo de Omán en el sur. El Gran perisa incluye las modernas naciones de Irán, Azerbaiyán, Afganistán, Turkmenistán, Tayikistán, Uzbekistán, las partes orientales de Turquía e Irak y las partes de Pakistán que quedan al oeste del Indo. En esta región se desarrolló una de las más antiguas civilizaciones del mundo, que, a lo largo de miles de años, pasó por diferentes etapas: desde la antigua civilización en la meseta iraní, la civilización manaeana en Azerbaiyán, Shahr-i Sokhta ('ciudad quemada') cerca de Zabol en Sistán y Baluchistán, y la antigua civilización de Jiroft en Kermán (más de 5000 a.C.) seguido por el reino de Elam (más de 3000 a.C.) y las dinastías meda, aqueménida, parta, sasánida y los siguientes imperios hasta la moderna República Islámica de Irán.

Irán fue conocido en Occidente hasta 1935 como Persia, nombre derivado del griego Persis, usado para referirse a la nación irania, su pueblo y sus imperios antiguos. Los iraníes llaman a su país Irán / Iranshahr desde el período sasánida. El nombre Persia proviene de la región del sur de Irán, llamada Fars/Pars, derivado de Parshua, lugar de origen del Imperio persa.

Los persas fueron un pueblo de origen indoeuropeo de la rama indo-irania que acabaron fusionándose con los pueblos que conquistaron en la época aqueménida. Se originó como un grupo de tribus nómadas cuya localización original radicaba al norte de la meseta de Irán. Alrededor de 1400 a.C., algunas de estas tribus, antepasadas de los persas históricos, se trasladaron hacia el sur de Irán.

La expansión persa:

En el 559 a. C. asume el trono de Persia Ciro II, de la dinastía Aqueménida. Hasta ese momento los persas eran nominalmente súbditos de los medos. Con Ciro esto cambió, puesto que independizó al país y lanzó a continuación una guerra de conquista contra sus antiguos amos. A pesar de haberlos derrotado, Ciro les permitió seguir ocupando cargos y mantener cierta autonomía. Luego se dedicó a conquistar las zonas del Asia Central y la frontera con la India, donde se fundaron ciudades y se construyeron fortificaciones para proteger el Imperio frente a los ataques de los nómadas del Asia Central.

A continuación las fuerzas persas pasaron a la ofensiva en Asia Menor y subyugaron el reino de Lidia, cuyo rey era el famoso Creso. Esta zona junto con Jonia estaba poblada por griegos o tenía influencia griega, lo que hizo que la población fuera levantisca. Luego de un periodo sin guerras los persas atacaron Babilonia apoderándose además de toda la Mesopotamia, Siria y Palestina. Los persas liberaron a los israelitas de su cautiverio en Babilonia y en muchas zonas fueron recibidos como libertadores.

Luego de estas campañas falleció Ciro II y lo sucedió en el trono Cambises, que conquistó Egipto para Persia. Egipto nunca aceptó el dominio persa, por lo que eran frecuentes las conspiraciones y los alzamientos.

En varias oportunidades se sublevó y logró recuperar su independencia por algún tiempo. También las zonas griegas del Asia menor se sublevaron entre 499 y 494 a. C. (revuelta jónica) con ayuda de los griegos de Europa especialmente de Atenas, lo que llevó a los persas a tratar de eliminar la amenaza griega en dos oportunidades, fracasando estrepitosamente.

A partir de la derrota en Grecia los griegos con sus recursos limitados pasaron a la ofensiva, atacando en algunos puntos o apoyando a los revoltosos en otros, sin dañar demasiado al Imperio aqueménida. Los persas hábilmente promovieron la rivalidad entre Atenas y Esparta.


La Edad Media en Irán:

La Edad Media en Persia vio sucederse el dominio de diferentes pueblos. Fueron los árabes, recientemente islamizados, quienes conquistaron el reino sasánida a mediados del siglo VII. En 634 tomaron la capital sasánida y para el año 655 ya habían conquistado Kabul y Kandahar (lo que hoy es Afganistán).

No obstante, aunque el territorio persa quedó así inmerso en el nuevo Imperio árabe, lo cierto es que los califas de Damasco no forzaron una política de conversiones, sino que toleraron dentro de sus fronteras las antiguas religiones. Así, en Persia perduraron la creencias zoroastrianas, monofisitas y nestorianas. No obstante, los no musulmanes tenían la obligación de pagar más impuestos y tenían otra serie de restricciones.

El país fue islamizándose poco a poco, pero manteniendo rasgos particulares. Así, Persia se convirtió en lugar donde encontraban amparo tendencias diversas dentro del islamismo que se enfrentaban a los califas de Damasco. Los descendientes de Alí, llamados "alidas", que se oponían a los califas omeyas. O los jariyitas, cuya posición se vio reforzada tras la muerte de Husain en 680. O, finalmente, y con carácter destacado, los chiítas, que eran fieles a los descendientes directos del Profeta. En esta época, el desarrollo del gran comercio, en particular marítimo, se dejó notar en las ciudades meridionales como Siraf u Ormuz, en la que recalaban navíos que luego llegaban hasta la India o China, actuando así como activos centros comerciales.

El enfrentamiento entre los persas y los califas de Damasco cristalizó en una serie de revueltas. Las regiones de Merv y Jorasán se convirtieron en refugio de alidas y chiítas. Encabezados por Abu Muslim, se alzaron en 747 contra los omeyas, a quienes derrotaron tres años después en la batalla del Gran Zab o "batalla del Zab". No obstante, quien consiguió hacerse con el poder fueron los abbasí, descendientes de Abbas, tío de Mahoma. El primer califa abasí fue Abul-Abbas (750-754), quien dependía en gran medida de sus aliados persas. Trasladaron el califato desde Damasco (Siria) hasta Bagdad (actual Irak), ciudad nueva fundada el 30 de julio de 762 por el califa Al-Mansur.

La influencia persa se dejó sentir en la transformación de la monarquía, pues los califas pasaron a ser reyes al estilo sasánida: no eran jefes de los árabes, sino de todos los creyentes; vivían encerrados en su palacio, lejos de sus súbditos; sólo aparecían públicamente en ceremonias de gran pompa.

Los califas de Bagdad dependieron cada vez más de sus jefes militares, persas primero y turcos después. Poco a poco los ejércitos se transformaron en fuerzas privadas de uno u otro general, lo que contribuyó a la tendencia disgregadora del califato. Amplias zonas de Persia escaparon a su control, constituyéndose en reinos independientes. Las revueltas contra el poder central fueron especialmente intensas en el Jorasán, cuyo primer reino independiente fue establecido por Tahir, príncipe de Nishapur, de Jorasán y de Kermán (822). Pero parece que fue más una cuestión de ganancia política y territorial; de hecho, Tahir había ayudado al califa a someter a otros movimientos nacionalistas en otras partes de Persia como el movimiento de Maziar en Tabaristán.

La primera dinastía en Jorasán, después de la introducción del islamismo, fue la dinastía safárida (861-1003). Tiene su origen en la más remota región del oriente iraní, Sistán, donde fueron particularmente intensas las prédicas de los jariyitas. Saffar, un calderero, fue proclamado califa, y emprendió la conquista de las provincias vecinas: Sind y Jorasán. Instaló su capital, Nishapur, en esta última región, e incluso lanzó una ofensiva contra Bagdad, que fue rechazada. Los samánidas (875-999), también oriundos del Jorasán, gobernaron extensos territorios, desde el mar de Aral al océano Índico y el golfo Pérsico.

Destacó por su comercio internacional y sus logros artísticos. Los buyíes (932-1055) son una dinastía fundada por un príncipe persa de sangre real próximo a los chiítas; reinaron en Persia occidental, llegando luego a Bagdad, hasta Fars y Kermán. Gobernador de Jorasán era el un turco que se sublevó contra el califa en 961 y fundó en Ghazna (Afganistán) un imperio que se extendió hacia el Jorasán iraní.

Los buyíes de Persia se vieron conquistados por los turcos selyúcidas que hacia el año 1000 invadieron el Jorasán y el Irak. Para el año 1040 ya estaban instalados en Nishapur. Precisamente en esta ciudad empezó su carrera el teólogo Al-Ghazali (1058-1111), oriundo del Jorasán y que con sus enseñanzas contribuyó a la reconquista del pueblo llano iraní.

En 1092, a la muerte del sultán, Persia se convirtió en reino independiente gobernado por uno de los hijos del sultán. Sus fronteras se vieron atacadas por las tribus asiáticas, y perdió la Transoxiana, en favor del reino de KaraKitai. Un siglo después (1190), los jorezmitas fundaron un imperio iranio sobre Persia oriental hasta Afganistán. Los jorezmitas, como el resto de Persia, fue conquistado por los mongoles de Gengis Kan (1220). El kanato de Persia (o "Iljanato"), vasallo del gran kan de Pekín, tuvo su capital en Meragha, cerca del lago Urmía. En 1295 Ghazan abandonó el budismo y se convirtió al islamismo. Su capital, Tabriz, se convirtió en centro difusor de la religión musulmana chií. En esta época se fortalecieron las relaciones entre Persia y el Extremo Oriente. En el arte se dejó notar cierta influencia china, en particular en las miniaturas. Los ejército mongoles de Tamerlán asolaron Persia en 1380-1385. Los timúridas gobernaron entre 1370-1506.


La Edad Moderna en Irán:

El Imperio safávida o dinastía safawi es considerado como el más grande Imperio iraní desde la conquista musulmana de Persia. Los safávidas son originarios de Ardabil, una ciudad del Azerbaiyán iraní, en ese entonces una región en el norte de Irán. Eran predominantemente una dinastía de habla túrquica azerí, cuyo idioma clásico era el persa. Los safávidas crearon un Estado iraní unificado e independiente por primera vez desde la conquista musulmana de Persia, reafirmaron la identidad política iraní y establecieron el islam chiita como la religión oficial de Irán. Los safávidas gobernaron Irán entre 1502 y 1722, año en que invadieron sus dominios las fuerzas pastunes de Mir Mahmud Hotaki. Posteriormente, en 1736, se apoderó del territorio la dinastía afsárida, aunque algunos señores safávidas perduraron hasta 1760. El siglo XVI fue el de la independencia con la dinastía safaví o sefévida. Tiene su origen en las órdenes religiosas sufíes (místicos chiítas) de las montañas de Azerbaiyán. Organizaron su estado en torno al santuario de Ardabil, cerca del mar Caspio. Ismail, su jefe, se proclamó sah en el año 1501.

El reino sefévida consolidó definitivamente la diferencia entre los persas y el resto de los musulmanes, al consagrar la preeminencia del chiísmo dentro de Irán. De esta dinastía, cabe destacar el reinado de Abás el Grande (1587-1629).

Genealogía e identidad de los Safávidas:

Los reyes safávidas decían ser Sayids, descendientes de la familia del profeta Mahoma, aunque muchos estudiosos han puesto en duda esta afirmación. En la actualidad parece haber un consenso entre los estudiosos de que la familia provenía de Kurdistán, y más tarde se trasladó a Azerbaiyán, para instalarse definitivamente entre los siglos V y XI en Ardabil. Aunque otros autores sostienen que son de procedencia turca, kurda o irania. Aunque sí está claro que cuando se estableció el imperio safávida, los gobernantes hablaban turco como idioma nativo. En términos de identidad, cabe señalar que la autoridad de los Safávidas se basó la religión al considerarse ser directos descendientes varones de la Ali, el primo del profeta Mahoma y el primer imán chií. 

La Edad Contemporánea:

En el siglo XVII, los países europeos como Gran Bretaña, El Imperio Ruso y Francia, comenzaron a establecer pequeñas colonias en la región. Como resultado de esto Persia perdió el control en varias de sus provincias, incluida la que hoy en día es Georgia (Excepto por las zonas controladas por el Imperio Otomano que finalmente fueron conquistadas por Rusia en 1878) por otra parte las regiones de Daguestán, Azerbaiyán y Armenia fueron cedidas a Rusia mediante el Tratado de Turkmenchay el Tratado de Gulistan, etc.

Entre 1870 y 1871 una fuerte hambruna azotó al reino, lo que causó la muerte de 2 millones de personas. Una nueva era en la Historia de Persia surgió con la Revolución constitucional iraní que aconteció a finales del siglo XIX y principios del siglo XX y que se oponía al poder absoluto del Shah.

En 1906 el Shah estableció la primera constitución de Irán con lo que la nación se convirtió en una monarquía constitucional. El primer Majlis (parlamento) fue inaugurado el 7 de octubre de 1906. El descubrimiento de petróleo en 1908 por los británicos en la región de Juzestán reavivó el interés de los británicos en Persia. El control por Persia era disputado por Rusia y Gran Bretaña en lo que se conoció como El Gran Juego y resultó en la Entente anglo-rusa, el cual dividió a Persia en dos grandes esferas de influencia, lo que le quitó soberanía a la nación. Durante la Primera Guerra Mundial, el país fue ocupado por los británicos, los otomanos y los rusos, pero Persia era un país neutral. En 1919, después de la Revolución de Febrero de 1917 en Rusia, los británicos intentaron establecer un protectorado en Persia, pero no se consolidó.

Finalmente, El Movimiento Jangal y los vacíos de poder del gobierno terminaron por desestabilizar al gobierno de los Kayar y permitió que en 1925 se estableciera una nueva dinastía, la Pahlavi al mando de Reza Shah.


Dinastía Pahlavi:

En el año 1925 subió al poder Reza Pahlavi, jefe militar de ideología nacionalista. En 1941 Reza Pahlavi, germanófilo, abdicó en su hijo Mohammad Reza Pahlevi. Los ejércitos soviético e inglés invadieron Irán durante la Segunda Guerra Mundial; en Teherán se celebró la conferencia de igual nombre. La ocupación extranjera acabó en 1946, y durante la posguerra se intensificó el movimiento nacionalista, contrario a las injerencias extranjeras.

En 1953, el primer ministro Mohammad Mosaddeq, fue expulsado del poder al intentar nacionalizar los recursos petrolíferos.

En 1955 se firmó el pacto de Bagdad. El sah, con el apoyo de los Estados Unidos y el Reino Unido empezó la modernización de la industria del país, y al mismo tiempo eliminó toda oposición a su régimen con la ayuda de la agencia de Inteligencia SAVAK. Su principal opositor fue el Ayatolá Ruhollah Jomeini muy popular entre los círculos religiosos del país, que fue arrestado y encarcelado durante 18 meses. Al ser liberado en 1964 criticó a los Estados Unidos por el apoyo dado al régimen autocrático del sah, se exilió en Turquía y más tarde terminó en París, desde donde prosiguió su crítica al régimen de los Pahlavíes. En 1967 se produjo la solemne coronación como emperadores de Reza Pahlavi y su esposa Farah Diba. El sah intentó consolidar a la burguesía y desarrollar la industria, pero la corrupción y las desigualdades sociales aumentaron, lo que provocó una crisis que empezó en agosto del año 1977.

La República Islámica de Irán:

Se conoce como Revolución Islámica de Irán al proceso dirigido por el líder relgioso, el ayatolá Ruhollah Jomeini por el cual fue derrocado definitivamente el sha (rey) Reza Pahlevi. 

En febrero de 1979, estalló la revolución, apoyada sobre las enseñanzas islámicas chiitas acabó con la monarquía laica del sha, se proclamó la República Islámica de Irán, y se rechazó toda influencia occidental. En 1979, el Ayatollah Jomeini lideró una revolución islámica y derrocó al Sha. Jomeini en la década de 1970, era un hombre desconocido, pero contaba con ciertas aptitudes de las que carecían otros dirigentes. En primer lugar, parecía no tener miedo alguno: había sido el único religioso que se atrevió a criticar abiertamente la 'Revolución Blanca' del Sha ya en 1963. Fue el profundo sentimiento antioccidental y antiimperialista que reinaba en las naciones árabes desde los tiempos de la descolonización (fines de la Segunda Guerra Mundial, y comienzos de la década de los 50), y el sistema fuertemente represivo del Sha, el que posibilitó el triunfo de Jomeini y facilitó el establecimiento de una república fundada en el estricto cumplimiento de las doctrinas religiosas islámicas.